KAIXO DENOI!!
Gaur egun gehien preokupatzen gaituen gaienetariko bat haurrak kasurik ez egitearena da. Jarraian artikulotxo bat ipini dizuet non 2-5 urte bitarteko haurrak dituzuenontzat zuzenduta dagoen. Begirada bat bota eta aita-ama-irakasle bakoitzak hausnarketa txiki bat egitera gonbidatzen zaituztet.
ANIMO!!
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La Obediencia de los Hijos entre los dos y los cinco
años.
¿Por qué nos desobedecen los hijos? ¿Qué podemos hacer
para evitarlo? ¿Cómo actuar ante reiteradas o sistemáticas desobediencias?
"¡Te prometo que no te había oído!",
"Sí, ahora mismo voy, espera un momento", "Que sí, que sí",
"Se me olvidó, lo siento. Luego lo hago". ¿Te suenan estas frases? El
"no" a una orden puede adoptar distintas apariencias y disfraces pero
todas ellas desembocan en un mismo resultado: la tarea mandada por hacer y los
padres molestos. ¿Por qué nos desobedecen los hijos? ¿Qué podemos hacer para
evitarlo? ¿Cómo actuar ante reiteradas o sistemáticas desobediencias?
Que nuestros hijos no sigan las órdenes que les damos, es
una situación frecuente y cotidiana que, en ocasiones, crea un ambiente
familiar caracterizado por gritos, riñas, malas caras y sensación de
frustración. Para evitar estos conflictos, es importante que los padres
actuemos de forma adecuada.
El niño
desobediente puede negarse a cumplir las órdenes que le damos de distintas
formas:
No haciendo lo que le hemos indicado, como si no nos hubiera
oído.
Diciendo "no" de manera explícita.
Expresando su desobediencia mediante rabietas o pataletas.
¿Pero, por qué es desobediente nuestro hijo?
Para llamar nuestra
atención:
En ocasiones, los padres estamos pendientes de nuestro hijo
sólo cuando se comporta de manera inadecuada. Es muy posible que los niños se
nieguen entonces a cumplir nuestras exigencias porque son los únicos momentos
en que consiguen llamar nuestra atención, aunque sea para regañarlos o
castigarlos.
Alrededor de los 2 años de edad, los niños suelen pasar por
una época en que responden con un "no" a todo lo que se les pide. No
debemos confundir esto con la desobediencia. Nuestro hijo ha comenzado a ser
más independiente de nosotros y es necesario y saludable para su madurez que lo
experimente. Aunque los padres debamos comprender esta actitud, no tenemos que
excedernos en permisividad y trataremos de seguir inculcándole la costumbre de
obedecer.
Otros factores que
pueden estar motivando la desobediencia de nuestro hijo:
No escuchar lo que le pedimos porque está distraído en otra
actividad.
Estar recibiendo demasiadas órdenes a la vez.
No comprender lo que le mandamos.
Estar habituado a que nosotros acabemos haciendo por él lo
que le pedimos.
Saber que los padres repetiremos varias veces la indicación,
antes de que él deba responder.
¿Qué podemos hacer
para que nuestro hijo obedezca?
Lo primero que debemos hacer es asegurarnos que es capaz de
hacer lo que le pedimos. De lo contrario, deberemos ayudarle a cumplir nuestra
petición.
Trataremos de que siempre tenga bien claras cuáles serán las
consecuencias positivas y negativas de su obediencia o de su desobediencia.
Debemos acostumbrarnos desde un buen principio a no repetir
la orden más de una vez y nunca debemos terminar realizando nosotros nuestra
propia petición.
Le daremos instrucciones simples, comprensibles para él y
razonables para su edad. Podemos asegurarnos que ha entendido la petición
haciéndosela repetir. También es importante que sean peticiones específicas, es
decir, que quede bien claro el comportamiento que debe seguir. Por ejemplo: es
mejor decir "no pongas los pies en el sofá", que "pórtate
bien".
Le daremos un número de instrucciones racional y se las
diremos de una en una. Nunca le daremos la siguiente petición hasta que no haya
cumplido la primera. Hemos de tener en cuenta que los niños menores de cinco
años no son capaces de comprender más de tres peticiones a la vez.
Podemos también ofrecerle dos opciones que llevarán a un
mismo resultado y le daremos a elegir una de ellas en lugar de dar órdenes o
hacer preguntas. Por ejemplo: en vez de decirle "ve a lavarte los
dientes" o preguntarle "¿quieres ir a lavarte los dientes?",
podemos plantear la siguiente opción: "¿te vas a lavar los dientes solo o
prefieres que te acompañe?
Le explicaremos a nuestro hijo las razones por las que le
pedimos o le prohibimos que haga algo. Esta información deberá ser apropiada
para la edad del niño. Por ejemplo: a un niño de tres años le diremos que no
puede tocar un cuchillo o unas tijeras porque puede cortarse y hacerse mucho
daño.
Expondremos de manera positiva el resultado de una conducta
adecuada para motivar a nuestro hijo a cumplir aquello que más le cuesta o para
que asimile una conducta nueva. Así podrá comprobar que obedecer la orden
conlleva consecuencias positivas para él y esto le animará a seguir por este
camino. Por ejemplo: podemos decirle "cuando te pongas la chaqueta, podrás
salir a jugar" o "cuando te hayas ido a la cama, te contaré el cuento
que tú prefieras". Es importante que nosotros cumplamos con lo pactado.
Utilizaremos un tono de voz agradable. Es mejor si nos
ponemos a la altura de nuestro hijo (en cuclillas) y le miramos directamente a
los ojos (asegurándonos que él también nos mira).
Si intuimos que no se dispone a cumplir la orden, le
preguntaremos si necesita ayuda o le ayudaremos directamente para que, poco a
poco, se acostumbre a prescindir de nosotros y sea autosuficiente. En un
principio podemos echar mano de juegos y mostrarnos de muy buen humor para que
no identifique la obediencia con algo negativo. Por ejemplo: jugaremos a ver
quién clasifica más rápido los juguetes por colores, tamaños… y le habremos dado
un toque divertido a una tarea que puede provocar cansancio o desagradar.
Le recompensaremos cuando haya obedecido nuestra orden o
petición, y nunca antes. Cuanto más inmediata sea la recompensa más efecto
tendrá. Deberemos acostumbrarle a recompensas afectivas y no solamente
materiales. Le abrazaremos, le halagaremos y le expresaremos nuestra alegría
sin miedo a exagerar. Podemos recompensar a nuestro hijo dedicándole una tarde
a él solo, sin necesidad de compartirnos con otros hermanos, recados u obligaciones.
Os proponemos un juego que puede resultar muy efectivo:
Pongamos por caso que a nuestro hijo le cuesta recoger los
juguetes de su cuarto. En la pared de su cuarto colgaremos el dibujo de una
escalera con 7 peldaños (por ejemplo, los días de la semana). Cada día que
cumpla con la norma exigida colocaremos una pegatina de color en cada escalón.
Irá ascendiendo por la escalera y cuando haya llegado al último peldaño, le
recompensaremos con un premio.
¿Y qué podemos
hacer si nuestro hijo no nos obedece?
Podemos contar hasta cinco en voz alta para que comprenda
que estamos esperando a que haga lo que le hemos pedido. Si en este tiempo
nuestro hijo no ha obedecido, sin alzar la voz ni discutir, le guiaremos con
nuestras manos para que lo haga. Por ejemplo: si se niega a bajar los pies del
sofá, se los retiraremos nosotros. Si queremos que recoja los juguetes, le
ayudaremos nosotros…
Cuando nuestro hijo desobedezca "descaradamente" a
pesar de reiterados avisos por nuestra parte, no debemos perder el control.
Podemos recurrir a la técnica conocida como tiempo fuera: No le reprocharemos
nada ni nos pondremos a discutir con él. Le mandaremos solo a una habitación o
a un rincón donde no pueda entretenerse durante un período breve de tiempo. La
recomendación es que permanezca allí tantos minutos como años tenga nuestro
hijo. Tendrá un momento para reflexionar sobre qué es lo que nos ha hecho
enfadar y para recapacitar sobre sus reiteradas desobediencias.
Por ejemplo: si nuestro hijo llora y patalea cada noche
porque no quiere ir a su cama a dormir, llevadlo con mucha calma a un rincón
aislado o habitación donde no pueda hacer nada. Al principio protestará
enérgicamente pero poco a poco, si sois constantes y os mantenéis con firmeza,
comprenderá que no puede ganaros. Los niños aprenden por ensayo-error y tardan
en generalizar las consecuencias de su conducta.
Es probable que su respuesta sea ponerse a llorar o a
patalear. Si queremos que nuestra acción surja efecto, debemos privarle de
nuestra atención e ignorar su reacción. Si nos infunde pena y nos ponemos a
consolarle, perderemos nuestra credibilidad y en otra ocasión volverá a actuar
del mismo modo. En cambio, si tiene ganas de rectificar, se muestra colaborador
o pide que le perdonéis, debemos reforzarle y animarle.
Reprimenda verbal: Si la desobediencia implica peligro para
nuestro hijo o para los demás (cruzar la calle, poner los dedos en el enchufe,
etc.), con un tono de voz firme y enérgico, le diremos: "¡no!" o
"¡basta!" . Si es necesario, pararemos físicamente su acción. No
entréis en discusiones con vuestro hijo pero sí en razonamientos: explica con
objetividad las posibles consecuencias de su acción.
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